Cuatro reglas de oro para un buen
discurso
Hacer un
buen discurso debemos comprender qué es un buen discurso. Y un buen ejemplo
reciente es la sonada intervención de Oprah Winfrey en la gala de los Globos de
Oro, tras la que los estadounidenses se volvieron locos pidiendo que se
presentara a presidenta.
Hablar en
público por vez primera es una tarea muy dificil, y muchas personas no se acostumbran
nunca. Pero nadie nace sabiendo. En realidad, la oratoria se puede entrenar y,
aunque no tengamos experiencia, no es difícil dar un buen discurso si se siguen
una serie de normas (a las que por desgracia parecen no estar acostumbrados
ninguno de nuestros políticos).
Su alocución
fue inferior a 10 minutos, pero tuvo un impacto monumental. Y no es casual.
Winfrey es una gran comunicadora y sabe lo que demanda la audiencia. Su
intervención siguió a rajatabla algunos de los consejos clásicos de cualquier
buen discurso. Son estos:
1. Elige bien que idea quieres
transmitir
Un buen
discurso es aquel que transmite una idea concreta, concisa y efectiva. “Trabajo
con oradores de todo el mundo ayudándolos a desarrollar contenido e,
invariablemente, veo que muchos de ellos caen en la misma trampa: intentan
meter demasiados asuntos en un discurso, pues temen dejar algo fuera”, explica
Barbosa.
Los
discursos no son ensayos escritos: deben de ajustarse a un tema concreto, pues
la gente pierde enseguida la concentración si se tocan demasiados asuntos.
Oprah se centró en el tema de la igualdad de género y racial. ¿Por qué hablar
de otras cosas?
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2. Cuenta una historia
Un discurso
tiene su propio desarrollo narrativo, y aunque solo dure 10 minutos debe tener,
como cualquier estructura argumental, introducción, nudo y desenlace. Una
técnica clásica es empezar con una anécdota personal que ponga el foco en la
idea que queremos transmitir. Esto es lo que hizo Winfrey, al recordar con todo
lujo de detalles su recuerdo de niña el día en que dieron por primera vez el
Oscar a un actor negro: Sidney Poitier. El perfecto arranque para un discurso
sobre la Igualdad.
No todo el
mundo tiene el mismo estilo. Como explicaba en Time Adam Frankel, que ha sido
uno de los redactores de discursos favoritos de Obama, lo importante es contar
una historia con la que te sientas cómodo. Hoy en día los políticos tienden a
llenar sus alocuciones de cifras y estadísticas, algo que nunca será tan
poderoso como una buena historia.
3. Elige bien el vocabulario
Los buenos
discursos son como la buena literatura: prestan atención a los detalles. Las
descripciones son especialmente efectivas, en la medida en que pueden
transmitir una idea de forma emocional y, por tanto, más contundente.
Winfrey, por
seguir con el mismo ejemplo, comenzó hablando del día en que, siendo niña, vio
la gala de los Óscar en que salió premiado Sidney Poitier. Pero, como explica
Barbosa, cada palabra está cuidadosamente escogida. “Los detalles son
exquisitos en su precisión: piso de linóleo; casa en Milwaukee; Anne Bancroft;
Oscar al mejor actor; 36 ° Premios de la Academia; cinco palabras; corbata
blanca; asientos baratos; cansada de limpiar las casas de otras personas”. En
solo 124 palabras Winfrey deja claro cómo fue su humilde infancia, sin hablar
de ella directamente.
4. Escribe pensando en el lenguaje
oral
“No existe
una ley suprema de la redacción de discursos, pero si hubiera una, sería
probablemente esta: un discurso está hecho para ser hablado, no leído”, asegura
Frankel.
Parece una
obviedad, pero es uno de los errores más comunes de los principiantes. El lenguaje
escrito es muy distinto al lenguaje hablado y, como los discursos se escriben
antes de leerse en alto, es muy común utilizar expresiones y frases que no
funcionan.
Una regla de
oro consiste en usar siempre frases tirando a cortas, pues es la mejor forma de
no resultar farragoso y no trabarse. Pero, en cualquier caso, la única forma de
saber que realmente el discurso es adecuado para pronunciarse es leerlo en alto
mientras lo escribimos.
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