EL ELEFANTE ENCADENADO
junio 29, 2015
EL ELEFANTE ENCADENADO
Cuando yo era chico me encantaban los
circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. También a mí
como a otros, después me enteré, me llamaba la atención el elefante.
Durante la función, la enrome bestia
hacia despliegue de su tamaño, peso y fuerza descomunal... pero después de su
actuación y hasta un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba
sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de sus patas clavada a una
pequeña estaca clavada en el suelo. Sin embargo, la estaca era solo un
minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y
aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que ese animal capaz de
arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría, con facilidad,
arrancar la estaca y huir. El misterio es evidente: ¿Qué lo mantiene entonces?
¿Por qué no huye? Cuando tenía 5 o 6 años yo todavía en la sabiduría de los
grandes. Pregunté entonces a algún maestro, a algún padre, o a algún tío por el
misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se
escapaba porque estaba amaestrado. Hice entonces la pregunta obvia: -Si está
amaestrado, ¿por qué lo encadenan?
No recuerdo haber recibido ninguna
respuesta coherente. Con el tiempo me olvide del misterio del elefante y la
estaca... y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se
habían hecho la misma pregunta. Hace algunos años descubrí que por suerte para
mí alguien había sido lo bastante sabio como para encontrar la respuesta: El
elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a una estaca parecida
desde muy, muy pequeño. Cerré los ojos y me imaginé al pequeño recién nacido
sujeto a la estaca. Estoy seguro de que en aquel momento el elefantito empujó,
tiró, sudó, tratando de soltarse. Y a pesar de todo su esfuerzo, no pudo. La
estaca era ciertamente muy fuerte para él. Juraría que se durmió agotado, y que
al día siguiente volvió a probar, y también al otro y al que le seguía... Hasta
que un día, un terrible día para su historia, el animal aceptó su impotencia y
se resignó a su destino. Este elefante enorme y poderoso, que vemos en el
circo, no se escapa porque cree -pobre- que NO PUEDE.
Él tiene registro y recuerdo de su
impotencia, de aquella impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor
es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás...
jamás... intentó poner a prueba su fuerza otra vez...
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