“Cómo
Terminar Con La Dejadez”
Por Jim Rohn
La
perseverancia es tan importante para el éxito como la gasolina para el auto.
Claro que habrá oportunidades en que sentirá que las ruedas giran en vacío,
pero siempre podrá volver a tierra firme con perseverancia. Sin ella, ni
siquiera será capaz de poner en marcha el motor.
Lo contrario
de la perseverancia es la dejadez. Perseverancia quiere decir que uno nunca
abandona. La dejadez normalmente quiere decir que uno nunca empieza, aunque la
incapacidad de terminar algo también es una forma de dejadez.
Pregúntenle
a las personas por qué posponen la acción, y frecuentemente oirán algo así
como: “Soy un perfeccionista sin remedio. Todo tiene que estar perfecto antes
de que me ponga a trabajar. Sin distracciones, sin ruidos, sin llamados
telefónicos que me interrumpan, y por supuesto, también me tengo que sentir
bien! No puedo trabajar si me duele la cabeza”.
La otra
punta de la dejadez – ser incapaz de concluir algo – también tiene una
explicación perfeccionista: “Nunca estoy satisfecho. Yo soy mi crítico más
severo. Simplemente no puedo considerar que terminé hasta verificar que todas
las íes tengan su punto y todas las tes tengan su rayita cruzada. Es así como
soy, y es difícil que cambie alguna vez”.
Ven lo que
está pasando? Una falla se está haciendo pasar por una virtud. El
perfeccionista nos dice que sus estándares son simplemente demasiado elevados
para este mundo. Este síndrome de falla-disfrazada-de-virtud es una defensa
común cuando se confronta a la gente con sus faltas de resultados, pero, al fin
y al cabo, es solamente una forma más de poner excusas.
Ciertamente
no tiene nada que ver con lo que realmente hay detrás de la dejadez.
Recuerde, la
base de la dejadez puede ser el temor al fracaso. ¿Cuál es la diferencia entre
estar paralizado por el temor de ser menos que perfecto, o por el temor a
cualquier otra cosa? De ambas maneras el temor lo paraliza. Cuál es la
diferencia entre el nunca empezar y el nunca acabar? De ambas formas estás
inmovilizado, de ambas maneras no vas a ninguna parte.
Todavía
estás permitiendo que te domine una visión negativa del futuro, en la cual te
ves siendo criticado, denostado, ridiculizado, castigado o expulsado. Por
supuesto, esta visión negativa del futuro es en realidad un mecanismo que te
impide hacer nada.
Voy a
contarle como superar la dejadez. Voy a mostrarle como convertir la dejadez en
perseverancia, y si hace lo que le sugiero, el proceso será indoloro. Incluye
el uso de dos principios muy poderosos que promueven la productividad y la
perseverancia en vez de la pasividad y la dejadez.
El primer principio es: DIVÍDALO
No importa
qué es lo que quiera lograr, sea escribir un libro, escalar una montaña o
pintar un casa, la clave del logro es su habilidad de dividir la tarea en
fragmentos manejables y atacarlos de a uno por vez. Enfóquese en terminar lo
que tiene enfrente en este instante. Ignore lo que le espera después. Reemplace
la visualización negativa del futuro por el pensamiento positivo en tiempo presente.
Esta es la
primera técnica fundamental para terminar con la dejadez.
Suponga que
se le pida escribir una novela de 400 páginas. Si usted es como la mayoría,
esto le sonaría como una misión imposible. Pero suponga que le hago una
pregunta diferente. Suponga que le pido escribir una hoja y cuarto por día,
durante un año. Podría hacerlo? Ahora la tarea parecería ser más manejable.
Estamos dividiendo el libro de cuatrocientas páginas en porciones manejables.
Aun así, sospecho que la mayoría de las personas lo encontrarían intimidante.
Sabe por
qué? Escribir una página y cuarto por día no parece tan terrible, pero le están
pidiendo que lo prevea durante todo un año! Cuando se le obliga a la gente a
comprometerse por tanto tiempo, muchos automáticamente empiezan a pensar en
forma negativa. Déjeme entonces reformular la idea de escribir el libro de otra
forma. Vamos a dividirla aún más.
Supongamos
que le pregunte: ¿puede usted llenar una hoja y cuarto con palabras – no por un
año, no por un mes, ni siquiera por una semana, sino sólo por hoy? No piense
más allá de eso. Creo la mayoría de la gente podría declarar con confianza ser
capaz de la tarea.
Por
supuesto, esa es la misma gente que se declararía totalmente incapaz de
escribir un libro. Y si yo les pregunto a esas mismas personas mañana y les
dijese: no quiero que pienses en ayer, ni pienses en mañana, sólo quiero que
llenes una página y cuarto este mismo día – ¿pensaría usted que serían capaces
de hacerlo?
Un día a la
vez. Todos escuchamos esa frase. Eso es lo que estamos haciendo aquí. Estamos
dividiendo el tiempo requerido para una tarea de gran tamaño en segmentos de un
día, y estamos dividiendo el trabajo de escribir un libro de cuatrocientas
páginas en incrementos de página y cuarto.
Continúe así
por un año, y el libro estará escrito. Disciplínese usted mismo para no mirar
hacia adelante ni hacia atrás, y podrá lograr cosas que nunca imaginó que sería
capaz de lograr, se lo prometo.
Mi segunda herramienta para vencer la
dejadez también es de una sola palabra. ESCRÍBALO.
Sabemos qué
importante es el escribir para ponerse metas. El escribir que va usar para
derrotar la dejadez es muy similar. En vez de enfocarse en el futuro, usted va
a escribir sobre el presente a medida que lo experimenta cada día.
En vez de
describir lo que usted desea hacer en el futuro, o los lugares que va a
visitar, usted va a escribir lo que realmente esté haciendo con su tiempo, y va
a mantener un Registro escrito de los lugares a los que está yendo en la
actualidad.
En otras
palabras, usted va a mantener un registro diario de sus actividades. Y usted se
sorprenderá de las distracciones, desvíos, y pérdidas de tiempo en las que se
acopla en el transcurso del día. Todas ellas se interponen en el camino hacia
el logro de sus objetivos.
Para mucha
gente, es casi como si lo hubieran planeado de esa forma, y tal vez lo hayan
hecho en algún nivel subconsciente. Lo mejor de llevar un registro diario de
tiempos es que logra sacar todas estas cosas a la luz. Te fuerza a ver lo que
en realidad estás haciendo… Y lo que no estás haciendo.
El diario de
tiempo no tiene que ser nada elaborado. Sólo necesitará un pequeño anotador
espiral, de esos que se llevan fácilmente en el bolsillo.
Cuando vaya
a almorzar, mientras esté viajando en automóvil, o en ómnibus, cuando va de
compras o al lavadero de ropa, mientras hace una pausa junto a la máquina
fotocopiadora, haga una anotación rápida de a qué hora comenzó la actividad y a
qué hora la terminó.
Trate de
hacer la anotación lo más rápido posible; si es poco conveniente hacerla en el
momento, hágala más tarde. Pero debería hacer mínimo una anotación cada treinta
minutos, y mantener el diario por una semana.
Divídalo.
Anótelo. Parecen técnicas demasiado simples. Pero que no le engañen: son
técnicas de productividades poderosas y efectivas. Así es como se termina con
la dejadez. Así es como uno se pone en movimiento
La
perseverancia es tan importante para el éxito como la gasolina para el auto.
Claro que habrá oportunidades en que sentirá que las ruedas giran en vacío,
pero siempre podrá volver a tierra firme con perseverancia. Sin ella, ni
siquiera será capaz de poner en marcha el motor.
Lo contrario
de la perseverancia es la dejadez. Perseverancia quiere decir que uno nunca
abandona. La dejadez normalmente quiere decir que uno nunca empieza, aunque la
incapacidad de terminar algo también es una forma de dejadez. Pregúntenle a las
personas porqué posponen la acción, y frecuentemente oirán algo así como: “Soy
un perfeccionista sin remedio.
Todo tiene
que estar perfecto antes de que me ponga a trabajar. Sin distracciones, sin
ruidos, sin llamados telefónicos que me interrumpan, y por supuesto, también me
tengo que sentir bien! No puedo trabajar si me duele la cabeza.”
La otra
punta de la dejadez – ser incapaz de concluir algo – también tiene una
explicación perfeccionista: “Nunca estoy satisfecho. Yo soy mi crítico más
severo. Simplemente no puedo considerar que terminé hasta verificar que todas
las íes tengan su punto y todas las tes tengan su rayita cruzada. Es así como
soy, y es difícil que cambie alguna vez.”
¿Ven lo que
está pasando? Una falla se está haciendo pasar por una virtud. El
perfeccionista nos dice que sus estándares son simplemente demasiado elevados
para este mundo. Este síndrome de falla-disfrazada-de-virtud es una defensa
común cuando se confronta a la gente con sus faltas de resultados, pero, al fin
y al cabo, es solamente una forma más de poner excusas.
Ciertamente
no tiene nada que ver con lo que realmente hay detrás de la dejadez. Recuerde,
la base de la dejadez puede ser el temor al fracaso. Esto es lo que realmente
es el perfeccionismo, cuando uno lo mira de cerca. ¿Cuál es la diferencia entre
estar paralizado por el temor de ser menos que perfecto, o por el temor a
cualquier otra cosa? De ambas maneras el temor lo paraliza.
¿Cuál es la
diferencia entre el nunca empezar y el nunca acabar? De ambas formas estás
inmovilizado. De ambas maneras no vas a ninguna parte. Todavía estás
sobrecogido por la tarea que te espera. Todavía estás permitiendo que te domine
una visión negativa del futuro, en la cual te ves siendo criticado, denostado,
ridiculizado, castigado o expulsado.
Por
supuesto, esta visión negativa del futuro es en realidad un mecanismo que te
impide hacer nada. Es una herramienta mental muy conveniente.
Voy a
contarle como superar la dejadez.
Voy a
mostrarle como convertir la dejadez en perseverancia, y si hace lo que le
sugiero, el proceso será indoloro. Incluye el uso de dos principios muy
poderosos que promueven la productividad y la perseverancia en vez de la
pasividad y la dejadez.
EL BUSCADOR
Esta es la historia de un hombre al que yo definiría como
buscador
Un buscador es alguien que busca. No necesariamente es
alguien que encuentra. Tampoco esa alguien que sabe lo que está buscando. Es
simplemente para quien su vida es una búsqueda.
Un día un buscador sintió que debía ir hacia la ciudad de
Kammir. Él había aprendido a hacer caso riguroso a esas sensaciones que venían
de un lugar desconocido de sí mismo, así que dejó todo y partió. Después de dos
días de marcha por los polvorientos caminos divisó Kammir, a lo lejos. Un poco
antes de llegar al pueblo, una colina a la derecha del sendero le llamó la
atención. Estaba tapizada de un verde maravilloso y había un montón de árboles,
pájaros y flores encantadoras. La rodeaba por completo una especie de valla
pequeña de madera lustrada… Una portezuela de bronce lo invitaba a entrar. De
pronto sintió que olvidaba el pueblo y sucumbió ante la tentación de descansar
por un momento en ese lugar. El buscador traspaso el portal y empezó a caminar
lentamente entre las piedras blancas que estaban distribuidas como al azar,
entre los árboles. Dejó que sus ojos eran los de un buscador, quizá por eso
descubrió, sobre una de las piedras, aquella inscripción… “Abedul Tare, vivió 8
años, 6 meses, 2 semanas y 3 días”. Se sobrecogió un poco al darse cuenta de
que esa piedra no era simplemente una piedra. Era una lápida, sintió pena al
pensar que un niño de tan corta edad estaba enterrado en ese lugar… Mirando a
su alrededor, el hombre se dio cuenta de que la piedra de al lado, también
tenía una inscripción, se acercó a leerla decía “Llamar Kalib, vivió 5 años, 8
meses y 3 semanas”. El buscador se sintió terrible mente conmocionado. Este
hermoso lugar, era un cementerio y cada piedra una lápida. Todas tenían
inscripciones similares: un nombre y el tiempo de vida exacto del muerto, pero
lo que lo contactó con el espanto, fue comprobar que, el que más tiempo había
vivido, apenas sobrepasaba 11 años.
Embargado por un dolor terrible, se sentó y se puso a llorar.
El cuidador del cementerio pasaba por ahí y se acercó, lo miró llorar por un
rato en silencio y luego le preguntó si lloraba por algún familiar.
- No ningún familiar – dijo el buscador - ¿Qué pasa con este
pueblo?, ¿Qué cosa tan terrible hay en esta ciudad? ¿Por qué tantos niños
muertos enterrados en este lugar? ¿Cuál es la horrible maldición que pesa sobre
esta gente, que lo ha obligado a construir un cementerio de chicos?.
El anciano sonrió y dijo: -Puede usted serenarse, no hay tal
maldición, lo que pasa es que aquí tenemos una vieja costumbre. Le contaré:
cuando un joven cumple 15 años, sus padres le regalan una libreta, como esta
que tengo aquí, colgando del cuello, y es tradición entre nosotros que, a
partir de allí, cada vez que uno disfruta intensamente de algo, abre la libreta
y anota en ella: a la izquierda que fu lo disfrutado…, a la derecha, cuanto
tiempo duró ese gozo. ¿Conoció a su novia y se enamoró de ella? ¿Cuánto tiempo
duró esa pasión enorme y el placer de conocerla?…¿Una semana?, dos?, ¿tres
semanas y media?… Y después… la emoción del primer beso, ¿cuánto duró?, ¿El
minuto y medio del beso?, ¿Dos días?, ¿Una semana? … ¿y el embarazo o el
nacimiento del primer hijo? …, ¿y el casamiento de los amigos…?, ¿y el viaje
más deseado…?, ¿y el encuentro con el hermano que vuelve de un país
lejano…?¿Cuánto duró el disfrutar de estas situaciones?… ¿horas?, ¿días?… Así
vamos anotando en la libreta cada momento, cuando alguien se muere, es nuestra
costumbre abrir su libreta y sumar el tiempo de lo disfrutado, para escribirlo
sobre su tumba. Porque ese es, para nosotros, el único y verdadero tiempo
vivido.
El colapso de la
presa sería recordado para siempre.
Hace muchos años, en un país lejano, se empezó a construir el embalse
de agua más grande del mundo. Los políticos y empresarios más poderosos se
reunieron para definir un plan de acción que favoreciera sus intereses. Y su
propia corrupción terminó corrompiendo los cimientos de aquel embalse.
A pesar de las protestas de los ingenieros, se invirtió casi todo el
presupuesto en la imagen externa de la presa, y muy poco en sus cimientos
ocultos. En un derroche de opulencia, algunas partes se decoraron con oro y
diamantes. Además, se decidió acelerar el proceso de construcción. Esta
gigantesca obra arquitectónica estuvo lista un año antes de lo previsto. Lo
importante era quedar bien para la foto, pues era una magnífica oportunidad
para impresionar al mundo entero.
El día de la inauguración se convirtió en portada de cientos de
periódicos e informativos.
Años más tarde, durante una intensa tormenta, apareció una minúscula
grieta en el centro del embalse. Semanas después, una gota se asomó por aquella
fisura. Y tras solo unos días, se produjo una pequeña fuga. Segundo a segundo,
la piedra comenzó a erosionarse, destruyendo lentamente la estructura de la
presa. Así fue como el agua empezó a salir a chorros. Porciones de presa de
casi 20 metros comenzaron a saltar por los aires, estallando en mil pedazos.
Finalmente el embalse se desmoronó. El agua arrasó todo lo que encontró a su
paso.
La presa desapareció en cuestión de minutos. Sin embargo, la pequeña
grieta se había ido formando desde el día en que comenzaron las obras del
embalse. Y ésta fue la causante de su propia autodestrucción.
El sistema era inherentemente defectuoso. Los cimientos estaban mal
asentados. Curiosamente, políticos y empresarios consiguieron su objetivo,
aunque no de la manera esperada: el colapso de la presa sería recordado para
siempre.
Manuel es un
hombre Importante y Necesario
Manuel
necesita estar ocupado. de lo contrario, tiene la sensación de que su vida no
tiene sentido, de que está perdiendo el tiempo, de que la sociedad no lo
necesita, nadie lo ama, nadie lo quiere.
Por
eso, en cuanto se levanta, tiene una serie de tareas: ver las noticias en
televisión (quizás sucedió algo durante la noche), leer el periódico (quizá
sucedió algo ayer), pedir a su mujer que se encargue de que los niños no
lleguen tarde a la escuela, coger el coche, un taxi, un autobús, el metro, pero
siempre concentrado, mirando al vacío, mirando su reloj, si puede ser haciendo
algunas llamadas en su teléfono móvil, y asegurándose de que la gente vea que
es un hombre importante, útil al mundo.
Manuel
llega al trabajo, se inclina sobre los papeles que lo esperan. Si es
funcionario, hará lo posible para que el jefe vea que ha llegado a la hora. Si
es jefe, pondrá a todos a trabajar inmediatamente; si no existen tareas
importantes,
Manuel
se encargará de desarrollarlas, crearlas, implementar un nuevo plan, establecer
nuevas líneas de acción.
Manuel
va a almorzar, pero nunca solo. Si es jefe, se sentará con los amigos,
discutirá nuevas estrategias, hablará mal de los competidores, se guardará
siempre un as en la manga, se quejará (no sin cierto orgullo) del exceso de
trabajo. Si Manuel es funcionario, también se sentará con los amigos, se
quejará del jefe, dirá que está haciendo muchas horas extra, afirmará en un
tono desesperado (y con mucho orgullo) que hay varias cosas en la empresa que
dependen de él.
Manuel,
jefe o empleado, trabaja toda la tarde. De vez en cuando mira el reloj, se
acerca la hora de volver a casa, pero queda aquí un detalle por resolver, allá
un documento por firmar. Es un hombre honesto, quiere ganarse su sueldo,
cumplir las expectativas de los demás, los sueños de sus padres, que tanto se
esforzaron para proporcionarle la educación necesaria.
Finalmente
vuelve a casa. Toma un baño, se pone una ropa más cómoda, y se dispone a comer
con su familia. Pregunta por los deberes de los hijos, las actividades de la
mujer. De vez en cuando habla de su trabajo, sólo para servir de ejemplo, pues
no acostumbra a traerse las preocupaciones a casa. Terminada la cena, los
hijos, que no están para ejemplos, ni deberes, ni cosas por el estilo, se
levantan de la mesa y se sientan delante del ordenador. Manuel, a su vez, se
sienta también delante de aquel viejo aparato de su infancia, llamado
televisión.
De
nuevo ve las noticias (quizás haya sucedido algo durante la tarde).
Va
a acostarse, siempre con un libro técnico en la mesa de cabecera. Tanto si es
jefe como empleado, sabe que la competencia es grande y que el que no se
actualiza corre el riesgo de perder su
empleo y tener que enfrentarse a la peor maldición posible: estar sin trabajo.
Habla
un poco con su mujer, a fin de cuentas, es un hombre agradable, trabajador,
cariñoso, que cuida de su familia y está preparado para defenderla en cualquier
circunstancia. El sueño viene enseguida, Manuel se duerme, sabiendo que al día
siguiente estará muy ocupado y hay que reponer fuerzas.
Esa
noche, Manuel tiene un sueño. Un ángel le pregunta: “¿por qué haces esto?”
Él
responde que es un hombre responsable.
El
ángel continúa: “¿serías capaz de, al menos durante quince minutos al día,
parar un poco, mirar el mundo, mirarte a ti mismo, y simplemente no hacer
nada?”
Manuel
dice que le encantaría, pero no tiene tiempo para eso. “Lo que me dices no es
verdad,” dice el ángel. “Todo el mundo tiene tiempo para eso, lo que falta es
valor. Trabajar es una bendición cuando nos ayuda a pensar en lo que estamos
haciendo. Pero se convierte en una maldición cuando su única utilidad es evitar
que pensemos en el sentido de nuestra vida.”
Manuel
se despierta en mitad de la noche, envuelto en sudor frío. ¿Valor? ¿Cómo es
posible que un hombre que se sacrifica por los suyos no tenga el valor de parar
quince minutos?
Más
vale volver a dormirse, todo esto no es más que un sueño, estas preguntas no
conducen a ninguna parte, y mañana voy a estar muy, muy ocupado.