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Ruben Orellana

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    Consejos para hablar bien en público con confianza

    Hay muchas situaciones en nuestra vida en las que nos encontramos hablando o presentándonos enfrente de un grupo. Desde situaciones personales –grupos de amigos, conocidos, vecinos- a profesionales –presentaciones de ideas, proyectos, reuniones, charlas, entrevistas-. Estas situaciones suponen a menudo un duro reto, convirtiéndose para muchos en una auténtica pesadilla: en un reciente estudio sobre el miedo, el temor de hablar en público estaba muy por encima del temor a la muerte.

    Reaccionamos poniéndonos tensos, serios, no sabemos cómo movernos, dónde mirar, la boca se seca, la mente se colapsa, no decimos lo que queremos decir, hablamos muy deprisa o demasiado despacio.

    Cuando queremos crear un cambio en estas situaciones, intentamos hacer un esfuerzo por ocultar el miedo y mostrar una confianza y seguridad que en realidad no sentimos. Nos preocupamos por detalles como el tipo de ropa que vamos a llevar, qué hacer con las manos, cómo mirar a nuestro interlocutor; preparamos un discurso y en general nos comportamos como si nosotros mismos no fuéramos suficiente y necesitáramos convertirnos en alguien diferente. Nos preocupamos de cómo se nos ve, en vez de ocuparnos de quién somos.

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    Lo que os propongo ahora es dejar de hacer, en lugar de hacer algo extra. Dejar esfuerzos y permitir que el miedo que sentimos se transforme en excitación, claridad y presencia.

    1. Intensifica todo ese esfuerzo. Lleva toda esa tensión a un punto de máxima intensidad, donde toda tu atención y energía estén envueltas.

    2. Siéntate en una silla, de manera que los pies se apoyen en el suelo. Cierra los ojos y presta atención al cuerpo.

    3. Piensa en la presentación, encuentro o entrevista que vas a tener y nota las diferentes sensaciones en el cuerpo. Nota las zonas que están tensas o contraídas, cómo respiras, el esfuerzo en las manos, cómo apoyas los pies en el suelo, la sensación general del cuerpo.

    4. Nota qué intentas hacer para ocultar el miedo; nota que todos los esfuerzos que estás creando -contraer la barriga, presionar la garganta, encoger el pecho (como ejemplo)- son un intento de no sentir y/o mostrar el miedo; es decir, son un intento de no ser tú (ya que tú tienes miedo) y querer ser otro.

    5. En ese momento suelta de golpe toda la tensión. Para poder hacerlo, tienes que estar de acuerdo en tener miedo. Te vas a presentar delante de… y tienes miedo.

     

    6. Respira hondo y asegúrate que has soltado el esfuerzo. Sigue respirando ampliamente durante unos minutos más.

     

    7. Nota cómo estás ahora y cómo te sientes frente a tu presentación.

     

     “Ya es muy difícil ser uno mismo, para querer ser otro”.

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    Fortalecer puntos débiles.

    Obama es un maestro en identificar aquellos puntos que pueden suponer un conflicto en su carrera y afrontarlo de forma directa, natural e incluso divertida, antes de que supongan un obstáculo. En su discurso de presentación en la Convención Demócrata de 2004, recalcó que “un caso como el suyo sólo podía darse en un país como éste”. Es decir, consigue que argumentos que podrían ser un arma arrojadiza en manos de sus adversarios se conviertan e n una baza para su triunfo: padre extranjero, familia desestructurada, pareja interracial, infancia en el extranjero, antecedentes familiares musulmanes… “Me pusieron un nombre africano, Barack o Bendecido, con la convicción de que en una América tolerante el nombre no es una barrera para triunfar. (…) Hoy estoy aquí, agradecido a la diversidad de mi herencia. (…) Estoy aquí, sabiendo que (…) y que en ningún otro país de la tierra es posible mi historia”, ha dicho.

    Empatizar con la audiencia.

    Obama recrea situaciones que su audiencia pueda identificar fácilmente. Así les da a entender que es alguien como ellos, que entiende sus angustias y que comparte sus miedos. Y también que comparte los sueños de los demás: “Yo sé algo sobre ese sueño. Yo no nací en un hogar rico. Fui educado por una madre soltera con la ayuda de mis abuelos, que crecieron en una pequeña ciudad de Kansas, fueron a la escuela gracias a la Ley del Soldado, y compraron su casa a través de un préstamo de la Dirección federal de la Vivienda. Mi madre tuvo que recurrir en una ocasión a los cupones canjeables por comida de la asistencia pública, pero a pesar de todo consiguió, gracias también a las becas, que dispusiera de la oportunidad de ir a las mejores escuelas. Mi madre me ayudó a entrar en algunas de las mejores universidades y me concedió préstamos que Michelle [su mujer] y yo terminamos de pagar no hace muchos años”.

    Nunca descalifica.

    Ante las críticas, por muy duras que sean, Obama se esfuerza en plantar cara de forma cortés, pero  firme. En cierto momento de la anterior campaña electoral tuvo que enfrentarse a una situación delicada en que un senador conservador, en una conferencia dentro de una iglesia, le amonestó subrepticiamente por ser negro y le dio la bienvenida a su casa, haciendo alusión a la mayoría caucásica que estaba en el auditorio. Obama, lejos de responder al insulto, arrancó el discurso ensalzando las virtudes del senador que acababa de hablar.

    Busca un terreno en común.

    Como se analiza en el libro Hablar como Obama, el líder norteamericano es capaz de conectar con un auditorio compuesto por mujeres trabajadoras, agradeciendo el esfuerzo de su madre trabajadora, de su abuela trabajadora y de su mujer trabajadora. Es capaz de convencer a un público de trabajadores sociales de Florida apelando a su pasado como trabajador social en Chicago. Un buen líder tiene que hacer eso, debe molestarse en conocer a su audiencia y en encontrar los resortes que le permitan llegar a ellos. Pueden ser referencias incluso deportivas, universitarias, de tus experiencias…

    Usa mensajes cortos.

    Obama domina las frases de 20 segundos. Crea eslóganes y frases muy fáciles de recordar. Trabaja sus duscursos en profundidad, puliendo las frases y las palabras que mejor pueden transmitir el mensaje que quiere comunicar. El famoso “ yes, we can”, entra dentro de esta categoría. Es un lenguaje de palabras simples y verbos de acción, recalcando las ideas principales en las oraciones más sencillas de construir gramaticalmente.

    Utiliza pronombres personales.

    El empleo del yo ayuda también a la personalización del mensaje, la utilización del nosotros introduce a la audiencia en el mensaje y resulta integrador: no soy yo quien lo consigue, somos nosotros; tú participas conmigo Deben combinarse los dos: “Conozco a estos niños. Sé de su desesperanza. Yo empecé mi carrera profesional hace dos décadas como trabajador social en las calles del South Side de Chicago. Trabajé con padres, profesores y líderes locales para luchar por su futuro… Y, aunque conozco la desesperanza, conozco también la esperanza. Sé que si llevamos programas de educación elemental a estas comunidades…”



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    Recurre a imágenes conceptuales.

    Obama cuenta historias que ayudan a generar imágenes en la mente del oyente y lo hace con gran profusión de detalles. Utiliza muchos ejemplos de la historia con un lenguaje muy poético que suscita imágenes. En el discurso de investidura, por ejemplo, terminó dando esperanza a la gente aportando una anécdota de la guerra de independencia. Hablaba de cómo un pequeño grupo de hombres soportaban los rigores del frío invierno frente a un fuego de campamento y de cómo habían cruzado el río en esas condiciones y habían vencido a los ingleses.

    Elige un lenguaje positivo y afirmativo.

    Recurre a citas de otras personas, conoce a su audiencia y nunca enumera. Habla a las emociones y en este sentido una enumeración restaría emoción, imprimiendo un aire formal y lejano al discurso. En lugar de eso estructura su discurso con el recurso a la reiteración de la misa fórmula, del giro, del bucle: “Que no quepa duda de las dificultades a las que nos enfrentamos (…)”; “Nos enfrentamos a la creencia de qué es correcto…”; “Nos enfrentamos a décadas de partidismo…”

    Domina la voz.

    Trabaja bien la entonación, jugando con el volumen, el ritmo y la modulación. Eleva el tono cuando quiere enfatizar algo y lo baja para mostrar desaprobación. Juega con el ritmo, acelerándolo con el empleo de repeticiones de ideas y de frases entrecortadas y ralentizándolo en el resto del discurso. Así consigue atraer la atención sobre las ideas que quiere resaltar. También juega con las pausas y los silencios.

    Lenguaje gestual.

    Gesticula mientras habla con ademanes suaves, pero firmes, y a veces refrenda sus palabras con signos imaginarios: como hacer que llama a la puerta o que escribe en el aire o para detener imaginariamente una idea. Su insistencia en ponerse la mano en el corazón en los momentos clave, onfiere sinceridad a sus palabras.

    Mira a los ojos.

    Siempre que acude al estrado lo hace aplaudiendo a su audiencia y cuando se  dirige a ella va oscilando lentamente de izquierda a derecha, con ello transmite respeto hacia sus oyentes y que les habla a ellos, por eso quiere mirarlos uno a uno, como si les mirase a los ojos.

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    ¿Cuánto tiempo debe durar una buena presentación?




    Hacer una presentación tiene su ciencia. Exponer de forma clara y concisa un determinado tema requiere de cierta maestría para conseguir hacer llegar al público el mensaje que se quiere transmitir. A continuación, se muestran algunas claves que no pueden olvidarse cuando se debe realizar una presentación:

    Tener en cuenta el público. No todo el mundo posee el mismo nivel de conocimiento sobre ciertos temas. Tener en cuenta este punto cuando se quiere exponer una presentación es fundamental para conseguir comunicarse adecuadamente con los oyentes y que puedan captar las ideas principales de la misma. Emplear un lenguaje adecuado al grado de conocimiento de los oyentes es también un punto a tener en cuenta cuando se realiza una presentación.

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    Captar la atención. En los primeros treinta segundos de la presentación es cuando se decide todo. Es el tiempo en el cual el público es capaz de engancharse al ponente o por el contrario desconectar casi por completo. Los primeros treinta segundos deben exponer de forma impactante y llamativa el motivo de la presentación para conseguir que el público continúe escuchándote. Usar el humor, contar una pequeña historia, hacer a los oyentes partícipes de lo que se expone, etc., son algunas de las técnicas que pueden emplearse para conseguir que todo el mundo quiera escuchar toda la presentación.

    No sobrepasar el límite de tiempo en el cual el público presta atención. El límite de atención se sitúa en veinte minutos. Según diversos estudios, las personas adultas solamente son capaces de mantener la atención sobre un tema durante veinte minutos. A partir de ese momento, la capacidad de atención comienza a decaer paulatinamente, poco a poco, acortándose y llegando a mostrarse una capacidad de atención que ronda los tres o cuatro minutos al final de la charla.

    Estructurar la charla adecuadamente. Si la duración de la charla supera los veinte minutos lo mejor es estructurarla como dos o tres minipresentaciones de veinte minutos cada una. De esta forma, mediante cambios marcados de temas, se puede conseguir que el público se reinicie y sea capaz de mantener la atención durante más tiempo. Si el orador no es capaz de exponer lo más importante de un tema en esos veinte minutos, eso puede indicar que no ha visualizado con claridad el tema en su mente, que da demasiados rodeos o que incluye demasiados detalles. Exponer un tema con claridad implica dominarlo adecuadamente, ser capaz de explicarlo de forma sencilla, concisa y conseguir que los demás lo entiendan fácilmente.


    Una presentación representa la exposición clara de un tema, cuya duración ideal es de veinte minutos, tiempo en el cual el público es capaz de prestar toda su atención a la misma. Saber hacer que los oyentes se interesen por el tema expuesto es una ciencia, tarea para la cual se puede emplear el humor, la filosofía o la narración de una historia, etc., trucos que pueden hacer que el público sienta interés en continuar escuchando.

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