Ranas, Osos y Leones
octubre 10, 2015
Sucedió
en los países nórdicos hace muchos, muchos años que una rana, pequeña y herida
de una de sus ancas, medio brincaba a la orilla del camino, para su sorpresa un
príncipe que andaba con su corte cabalgando de cacería se fijó en ella, bajó de
su corcel y con ternura la tomó en la palma de su mano, cuando llegó a palacio
la acomodó en un cojín de terciopelo y diariamente la cuidó, se encariñó tanto
con ella que se atrevió a darle un beso en su cabecita y como en todos los
cuentos de hadas se convirtió, pero en este caso no en una bella dama, sino en
un gigante oso de aspecto feroz que amenazó en destrozar al príncipe, quien
reclamó:
-
Yo te cuidé con ternura cuando eras una rana malherida, no es justo que me
mates.
-
El oso se contuvo y le indicó: --Solamente, si no llamas a tus guardias y te
atreves a darme un fuerte abrazo te perdono la vida.
Con
temor el príncipe accedió y en reciprocidad sintió la calidez del oso quien en
un instante se convirtió en un león que acosó al príncipe hasta un rincón y en
el momento que se disponía a saltar, el príncipe volvió a reclamar.
-
Primero rana malherida, luego un oso enfurecido y ahora un león, ¿qué debo
hacer para salvarme?
-
Sencillamente déjame en libertad, si me dejas ir y respetas mi vida, y me
prometes no cazarme te perdonaré la vida, pues sé que si ahora te mato tus
soldados harán después lo mismo conmigo.
El
príncipe abrió la puerta y ordenó que nadie se le acercara y mucho menos
dispararan sus armas, cuando el león se encontraba por cruzar la puerta del
palacio se convirtió en una bella princesa. El príncipe sorprendido, y
deslumbrado por su hermosura, preguntó:
-
¿Qué fue lo que sucedió?
La
princesa llena de felicidad le contó:
-
Mi padre reina en otro país cercano al tuyo y yo soy su única hija,
desafortunadamente creía que el mundo lo debería tener por siempre a mis pies,
despreciaba a mis sirvientes, humillaba al pueblo, sentía que mi padre el rey
tenía que darme todo por obligación, y en una ocasión estando de paseo en el
bosque aplasté con mi pie a una rana hasta morir, en un momento se convirtió en
una hechicera y me sentenció que pasaría el resto de mi vida como esa rana,
además inválida y en tan complicado encanto que solamente que lograra inspirar
ternura, afecto y respeto se rompería, y a través de tu actitud querido
príncipe he roto para siempre esa maldición, estoy dispuesta a cumplir tus
deseos.
El
príncipe que no salía de su asombro, le indicó:
-
Eres libre, si me permites intentaré conquistarte con las tres llaves mágicas que
cautivan el corazón humano: Cuidado, afecto y respeto.
Y
la leyenda dice que fueron muy felices. En la entrada de su palacio se podía
leer la siguiente frase:
"Donde
existe agradecimiento existe afecto y éste se manifiesta con cuidado y
respeto".
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